martes, 17 de julio de 2012

ARTEXTO TEATRO : MADE IN LANUS


Made in Lanús
                                       De Nelly Fernández Tiscornia.



Teatro Porteño. Av. Corrientes 1630, CABA; Jueves 21:00 hs.
Dirección: Walter Pereyra Ramos.
Asistente de dirección: Mariela Jerez.
Escenografía: Gabriel Sá.

Sin necesitar nada más que esto, Yoli (Silvia Hidalgo) y el Negro (Carlos Simón) parecen llevar una vida feliz en su pequeño patio, de su pequeña casa, del barrio de Lanús, en la zona sur del Gran Buenos Aires. Osvaldo (Jorge Cáceres) y Mabel (Flavia Vitale), los estudiantes “progre” de medicina de la Universidad se vieron obligados a exiliarse a Estados Unidos a raíz de la última dictadura hace poco más de diez años y por fin ahora, por vez primera, regresan de visita a la Argentina. Los primeros “la lucharon” siempre, “poniendo el lomo” y “laburando”. Los segundos, remontaron del “nos fueron” y construyeron su familia y buena carrera profesional en tierra extranjera. Mientras los unos se reencuentran al terminar la jornada laboral para tomar unos matecitos; los otros se deleitan recorriendo museos, congresos y conferencias de médicos psiquiatras prestigiosos alrededor del mundo. Es que esto es Made in Lanús: tan solo una panorámica de dos estilos de vida antagónicos; tan solo la representación de dos matrimonios con experiencias personales distintas que han edificado un camino particular acorde a dichas vivencias; tan solo una postal que relata las diferencias entre ser el extranjero recién llegado que paga derecho de piso y entre el jugar de local; tan solo una mise en scène de la percepción individual de un mismo hecho; tan solo una referencia histórica de un acontecimiento tan fundamental como el del proceso militar. No, de ninguna manera es tan solo esto. 
Muchas veces afirmamos algo con cierta seguridad, sobrados por tal estado de la cuestión. Lo que no sabemos tan abiertamente, es que por debajo de tales representaciones de confianza hacia lo conocido -alguna vez asociadas al llamado sentimiento de seguridad ontológica-, también se halla un conjunto de defensas, mecanismos e imágenes que funcionan como sustitutos de la realidad objetiva. El quid de nuestra obra posiblemente tenga que ver con este enjambre de fantasías, miedos y sueños; con los imaginarios y los mitos urbanos; con las cosas que se dicen y las que se dejan de decir. Nuestros personajes, bien diferenciados y caracterizados ellos,  deambulan y se entretejen junto a este sinfín de presupuestos dados como evidentes. Solo aquel que ha visitado al menos una pequeña parcela de otro microcosmos diferente al propio, tal vez pueda comprender la profundidad de ella. Para ser claros, ¿quién de nosotros alguna vez no se ha jactado de afirmar que está “bien así”? Yoli, por ejemplo,  lo afirma a rajatabla; el Negro dubitativo, no se atreve a asegurarlo definitivamente, pero continúa reproduciendo el esquema establecido; Osvaldo no está de acuerdo con tal respuesta determinante, pero puede llegar a dejarse vencer por la nostalgia de un pasado idílico anclado en momentos marcados por el gusto por “el dulce de leche” y “la doña vecina de enfrente”; Mabel pregona expresamente por la posibilidad humana de mejorar y perfeccionarse independientemente del lugar de nacimiento. Nuestros cuatro personajes, superficialmente tironeados entre el ir y el venir, entre la propia tierra y la ajena, probablemente encarnen polos en pugna de la conciencia: la lucha interna típica entre lo conocido y lo desconocido. Lo ya visto produce ilusión de conformidad; lo otro, mucha incertidumbre. Ni  por esencia propia de dichos supuestos, ni por costumbre familiar o herencia social… Made in Lanús resulta ser una grata invitación a la problematización de los prejuicios construidos, de las frases erigidas y repetidas sin mediación reflexiva alguna, de los conceptos simplemente dados por sentado por el hecho de ser lo que son. Ante tal bruma de puntos de vista diversos y en lucha, de creencias sin prueba fehaciente de que allá siempre serás “el extranjero”, de suposiciones tomadas por verdades absolutas y no por inclinaciones subjetivas y por tanto, todas ellas relativas y relativizables; quizás, querido espectador, no nos quede otra que sostenernos emocionalmente de alguna otra de las cuestiones de este gran embrollo abstracto de imaginarios colectivos encarnados en cada uno de los corrientes individuos materiales y mortales que somos: Osvaldo suspira en una momento clave de la obra “me estoy buscando”.  Definitivamente quizá, entonces sí, se aloje allí, una clave de resolución.

Jessica Guarrina







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