viernes, 17 de junio de 2011

Nada del amor me produce envidia.
Un melodrama musical.
La Carpintería teatro, Jean Jaures 858, CABA; Domingos 18 hs.
Actúa: María Merlino.
Dirección: Diego Lerman.
Texto: Santiago Loza.
Producción y prensa: María Sureda.
                                                                                                 Por Jesica Guarrina
Envidia, envidia siente el que sufre…” comienza cantando esplendorosamente María Merlino, en un momento mágico determinado de la obra. O debería decir: la simple costurera de barrio, estereotipo de modista argentina sencilla y humilde de mediados de la década del 40; despliega ampliamente su talento durante una hora de espectáculo. Esta maravillosa obra se ancla y despliega, nada más y nada menos, desde el punto de vista intermedio de nuestra protagonista. Su oído lo escuchó todo; sus manos, tomaron la pequeña carta que transmitía las ordenes expresas del gobierno nacional; sus ojos, se enrostraron con la mismísima Evita. Junto a la compañía solitaria de un maniquí situado a la izquierda del escenario, y nosotros, como únicos testigos de la versión oficial; ella narra los detalles del anecdótico entredicho entre “la señora” y Libertad Lamarque. Disputadas por un elegante vestido, el fin real de la historia ya nos fue develado en 1946. Sin embargo, lo misteriosamente movilizador no es aquella historia. Sino la de la costurera. Ella transita por gran parte del infinito repertorio de sensaciones y percepciones humanas que podemos llegar a imaginarnos; navega por las aguas oscuras y densas, cristalinas y ligeras de paquetes de cúmulos emocionales varios y sus matices; conoce en carne propia la felicidad, la angustia, el empobrecimiento, la indiferencia, la aparente frivolidad. Los padece. Los siente en el cuerpo. Se animaliza, desata la bestia feroz de sus instintos y pulsiones. Nuestra costurera, en medio de su pretensión fallida de hacernos creer que su alma se encuentra marchitada, en medio de la ilusión fabricada de que su vida siempre ha sido totalmente acartonada; se muestra aquí en su verdadera faceta. Nos usa como cómplices. Nos considera sus únicos y preciados confidentes. Se aprovecha del evento desafortunado de las dos figuras de la actuación argentina, para transmitir su verdadera historia. Esa por la que vale la pena asistir a un melodrama musical.
Con un estilo cinematográfico, de pequeños apagones que cortan y separan escenas, de efectos de iluminación en consonancia al sonido y música; Nada del amor me produce envidia termina de conformarse como una combinación entre excelencia actoral y planos exquisitamente pensados por el director. La luz, lejos de adquirir primacía por encima de nuestra actriz, la envuelve en una atmósfera levemente anaranjada. Resalta sus rasgos y movimientos, la recorta por sobre el fondo oscuro, la enmarca en un pequeño cuadrado lumínico que la separa del resto de la sala. Imposible olvidar a nuestra modista parada sobre su mesa de trabajo, entonando enérgicamente uno de los tangos de la época, a modo de cuadro pictórico único. Esos magníficos planos, si los tomáramos excepcionalmente por separado, yaconstituyen obras de arte.
La mujer es bella. Profundamente bella. Portadora de una dulce y cálida voz, logra trasladarnos a los albores de la sociedad del peronismo. Logra hacernos sentir lo que ella está sintiendo, logra conmovernos hondamente, logra estremecernos hasta los huesos. “Jamás tuve que decidir algo en mi vida” se excusa nuestra protagonista. Aún así, llegó su momento: el de la hora decisiva para resignificar su posición en el mundo, el del instante oportuno para no considerarse desgraciada. Ya que, al fin y al cabo, finaliza la actriz, “no hay mayor dolor, que la envidia por amor…

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